Anaví, después de recibirse de abogada, se fue a vivir a Irlanda y por allá, hizo su nido.

Martín, Médico Veterinario, se instaló con su clínica en otro punto de ésta ciudad y vive ahí.

Y la menor, Camila, vive en Córdoba, estudiando en la facultad...

Esta casa, quedó “casi” vacía. Vacía de voces, de presencias, del ir y venir de jóvenes, adolescentes y ya no tanto...
Como la casa era grande y espaciosa, el año pasado con Camila, estudiamos la forma de “dividirla”, amurando dos puertas y abriendo otra, quedando así un departamento para mí y otro, que fue alquilado. Anaví ya comentó en su blog a cerca de la cantidad de mascotas que hemos tenido en casa a través de los años, así que no quedé sola, me acompañan y cuidan “Abril Delfina Mamita” y “Malevo”. Ella, la perrita caniche Toy que me dejó Anaví al irse y él, un gran perro (en tamaño y nobleza).-
Abrilita (4 años y medio), como la llamamos generalmente, es blanca, pequeña y toda su vida gira alrededor mío. Qué hago, en qué parte de la casa estoy, a donde voy...siempre presta a acompañarme en una salida, ya sea de a pié o en el auto. Es sumamente obediente y respetuosa, toda una damita. Le encanta mirar los documentales de animales en la tv. y tiene una caja llena de hebillitas, las que usa en la frente o en la base de las orejitas.
Malevo (7 años), es un perro raza “ter-bal” (terreno – baldío) puro perro y puro músculos.
Una vecina encontró en un terreno baldío dentro de una bolsa de residuos cerrada con un nudo, 10 cachorritos acabados de nacer. Ella se quedó con 5 y a los otros los “adoptamos” nosotros. La vecina confió en que los suyos, los amamantaría una perrita con cachorros que tenía en su casa (ninguno pasó del mes). Nosotros tuvimos que darles la mamadera con leche maternizada canina cada tres horas, día y noche a los cinco que nos quedamos. Lamentablemente, a los dos meses, en un día y medio, se nos diezmó la camada por una enfermedad llamada “coxidiosis”... sólo sobrevivió Malevo. Cuando creíamos que moriría también, levantó la cabecita y de ahí en más se recuperó.
Él no entra a la casa, está en el amplio patio, que llega hasta la calle de atrás de casa, donde cuenta con árboles, muchas plantas y un galponcito donde duerme. Ese es “su territorio” el que cuida con recelo, respondiendo al menor ruido. Sólo acepta a los miembros de la familia. Con él, no temo, sé que estoy cuidada, bien protegida.-