Leyendo una revista en la sala de espera del dentista, me enteré de algo muy interesante.
Cuando se lo comenté a Anaví, ella tampoco conocía la historia.
A pesar de que está lejos de ser una primicia, ya que los hechos sucedieron hace ya unos cuantos años, decidí hacer un post porque, como ya dije, me parece un tema interesante.
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Resulta que el día de su muerte, en 1955, el cuerpo de Albert Einstein fue incinerado, a excepción de su cerebro, que fue extraído por un patólogo llamado Thomas Harvey para su investigación.
A finales de los años setenta, Steven Levy , un reportero del New Jersey Monthly, una revista de Princeton (EEUU), recibió un encargo muy especial de su jefe: averiguar dónde estaba el cerebro del célebre físico.
Levy, descubrió que el cerebro de Einstein estaba todavía en posesión del doctor Harvey. Lo guardaba en un frasco en su casa de Kansas, dentro de una caja de cartón en la que ponía Costa Cider (una marca de sidra). Habían pasado 22 años y Harvey no había encontrado alguna peculiaridad en el tejido cerebral de Einstein que explicase su genialidad.
"Ni mas grande ni más pesado que el del resto de los mortales" concluyó Harvey tras analizarlo hasta el agotamiento y resignarse por fin a que el cerebro del genio era tan ordinario como los que ya habían pasado por sus meticulosas manos.
En 1996, Harvey decidió contactarse con la Doctora Sandra Witelson, una neurocientífica de la Universidad de McMaster, en Ontario, Canada, que dirige un "Banco de cerebros".
En ese banco, creado en 1982, se encuentran órganos (cerebros) que fueron donados por personas sanas, cuya inteligencia es cuidadosamente examinada antes de morir. Con este banco de tejido, los científicos de McMaster investigan la relación entre la estructura y la función cerebral.
Harvey no pudo haber estado más acertado en su elección ya que para que el estudio del cerebro de Einstein fuese válido se necesitarían comparar sus dimensiones y aspectos morfológicos, con los de otros tantos hombres de edad semejante y habilidades cognitivas previamente examinadas.
¿Cuales fueron entonces los descubrimientos de los investigadores canadienses?
El trabajo con las conclusiones de la investigación se publicó en 1999, en el último número de The Lancet y aparece firmado por Sandra Witelson y Debra Kigar, y por el mismo doctor Harvey, que, a sus 86 años, todavía custodia el frasco con los fragmentos del tejido.
Cincuenta piezas del cerebro de Einstein llegaron al laboratorio de la doctora Witelson. Compararon el tejido con el de 35 hombres y 56 mujeres canadienses que tenían un coeficiente de inteligencia ligeramente superior a la media (115), y edades entre 60 y 70 años (Einstein murió a los 76).Comprobaron que el tamaño del físico es menor de lo normal y se encontraron dos diferencias. Por un lado, el lóbulo parietal inferior de Einstein es un 15% mayor de lo normal. El equipo de Witelson asegura que nunca ha visto nada igual en los cerebros que han estudiado hasta ahora. Creen que esta característica pudo servirle para albergar un mayor número de neuronas y, por tanto, de conexiones nerviosas en esta zona. Por otro lado, la cisura de Silvio (una hendidura del córtex) es inexistente en el cerebro de Einstein. La región parietal inferior no está separada por esta cisura como lo está en el resto de cerebros que el grupo de Canadá ha analizado. Según las autoras, este hallazgo apoya la historia que la madre de Einstein contó una vez y que se ha repetido tantas veces. Esta mujer dijo que su hijo tenía una cabeza grande y de forma poco corriente al nacer, que no empezó a hablar hasta los tres años y que, después, le costaba esfuerzo construir frases. Witelson no sabe si hará nuevos estudios con el cerebro de Einstein, pero confía en que las nuevas técnicas de visualización sirvan para identificar si las personas con un intelecto brillante tienen cerebros con características similares a las encontradas en Einstein.
La pregunta que se hacen es ¿Nació Einstein con esta particularidad anatómica ¿O es, en cambio, el resultado de un ejercicio mental agotador? De aquí en más, todo es teoría y misterio. Se necesitarán muchos otros estudios de cerebros de otros genios matemáticos para resolver esta ecuación aún incierta...